“Queremos una minería que respete nuestra dignidad”

01 Septiembre 2013

Para todos los que trabajamos de cerca con la minería no es un misterio que la relación entre esta industria y las comunidades, a pesar de las mejoras y continuos esfuerzos, sigue siendo una relación compleja y tensa.

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*Por Pablo Valenzuela es Director Ejecutivo en Fundación Casa de la Paz

La frase es potente y fue dicha por un dirigente de base a un representante de una minera en una de las tantas instancias de encuentro y diálogo que organiza Casa de la Paz, para contribuir a generar otro tipo de desarrollo. Como cita tiene la virtud de no venir de un libro, sino de la vivencia, y de haber sido emitida en un diálogo frente a un representante de una minera, quién también tuvo la justicia de escuchar y aceptar en vez de negar o reclamar falsedad.

¿Qué puede estar sucediendo con nuestra minería para que un dirigente tenga este anhelo? Para todos los que trabajamos de cerca con la minería no es un misterio que la relación entre esta industria y las comunidades, a pesar de las mejoras y continuos esfuerzos, sigue siendo una relación compleja y tensa, donde el pasar por sobre la dignidad del menos poderoso es una posibilidad cierta.

Pero, ¿qué cosas debiera mejorar la minería hoy para asegurar un respeto mayor a la dignidad de las comunidades que reciben sus proyectos?

Son muchas. Sin embargo, una de las principales cosas que debieran mejorar es que las empresas mineras antes de comenzar cualquier tipo de proyecto debieran iniciar un diálogo profundo con quienes habitan el territorio donde se ubicará el desarrollo. Este tipo de procedimientos, que reciben el nombre de Participación Ciudadana Temprana o Anticipada, se vienen realizando hace un tiempo por algunas empresas, de hecho es recomendado por el Servicio de Evaluación Ambiental, pero pocas veces existe un real diálogo en ellos.

Para que exista un verdadero diálogo debe haber ciertas condiciones mínimas.

Primero, la agenda debe ser construida  en conjunto por dialogantes y no impuesta por la empresa. En estos procesos es grande la tentación de focalizar el discurso en los aspectos positivos del proyecto, ocultando   su tragedia. Lo más negativo de este punto es que siempre las comunidades notarán el ánimo de promoción.

Segundo, deben estar convocados todos los afectados por el proyecto. Esto es, debemos incluir siempre a los más críticos al futuro proyecto, pues en ellos puede haber claves de cómo hacer el proyecto mejor, o porque vale la pena definitivamente no hacerlo. Este punto es uno de los que más complica a las empresas, puesto que muchas veces consideran a esos grupos como ideologizados. Es curioso que no piensen en sí mismos como sujetos poseedores de una ideología, puesto que todos lo somos en alguna medida.

Tercero, un diálogo necesita iteración, o sea intercambio en el tiempo, y lamentablemente las empresas muchas veces privilegian los plazos impuestos para el ingreso del proyecto a Evaluación Ambiental, que generar las condiciones temporales necesarias para lograr una verdadera dialéctica. Sería interesante revisar en las evaluaciones el desempeño de las compañía mineras, cuántas metas hay por ser “rápidos y furiosos” y cuántas hay por ser empático, oportuno y participativo. Esto nos dará luces de que lo que se valora es la velocidad, más que el hacer las cosas mejor.

Cuarto, un diálogo que respete la dignidad requiere contar con información que todos consideremos verdadera. No basta el informe de impactos realizado por un consultor financiado por la empresa, pues en ocasiones hay dudas respecto a esta información no solo sobre los datos que establece sino que sobre su legitimidad. ¿Qué debiera ocurrir? Planificar una búsqueda conjunta de información con medios y expertos que a todos los involucrados les den confianza.

Quinto, un diálogo genuino no puede versar sólo en el cómo hacemos mejor el proyecto minero futuro,  sino que debe abrirse a la posibilidad de no hacer proyecto. Sino ¡de qué diálogo estamos hablando! Si la empresa llega a sentarse a dialogar sólo para mejorar el proyecto que va a realizar de todas maneras, se pone en un lugar de preponderancia para determinar la vocación económica de un territorio. Lugar que nadie de esa comunidad le ha otorgado y que puede ser fuente de toda la indignación de quienes habitan ese lugar.

Este último punto es el que más cuesta entender a las empresas, que consideran que los procesos deParticipación Temprana son para hacer más sustentables sus proyectos, pero nunca para ayudarlos a decidir si es o no  sustentable realizar el proyecto.

Si todas nuestras inversiones mineras comenzaran con un diálogo de estas características, muy probablemente las comunidades que reciben esos proyectos sentirían que su dignidad está siendo reconocida y valorada. La clave que hay que comprender es que si no compartimos poder, y sobre ese poder compartido, tomamos las decisiones de desarrollo, nunca vamos a llegar a la anhelada sustentabilidad. Y peor aún, nunca vamos a estar considerando al otro como un igual.

Sin considerar al otro como un igual, no hay reconocimiento de dignidad.