Descubriendo la belleza e historia de vida de la mosca antártica

22 Febrero 2014

Los insectos forman el grupo de animales invertebrados más diversos y abundantes del planeta. Están en diferentes ambientes, e incluso en los más inhóspitos.

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Cada temporada polar, sorprende la belleza y el misterio de cómo la vida en sus diversas formas se abre paso en estos territorios extremos. Generalmente se piensa que son sólo patrimonio de pingüinos y ballenas. Pero hay mucho más entre los hielos eternos. La ecóloga Tamara Contador, de la Universidad de Magallanes (UMAG), está siguiendo la historia de vida del único insecto alado nativo que habita en el Continente Blanco, la mosca antártica (Parochlus steinenii).

Los insectos forman el grupo de animales invertebrados más diversos y abundantes del planeta. Están en diferentes ambientes, e incluso en los más inhóspitos. Al ser exotermos, son muy sensibles a los cambios de temperatura y su ciclo de vida depende, principalmente, de ella: cualquier cambio de las condiciones ambientales en donde viven, al largo plazo, los afectará. Además, son un eslabón esencial en las cadenas alimentarias. Todo esto hace que sean considerados especies claves como indicadores del cambio climático.

Como investigadora de la UMAG y coordinadora de investigación y conservación en el Parque Etnobotánico Omora, en Puerto Williams, a la Dra. Contador le interesa desarrollar un estudio exploratorio que compare hábitats de agua dulce (lagos y ríos) subantárticos como la isla Navarino con la Isla Rey Jorge, en la Antártica. “Lo especial de esta comparación, es que lo hacemos a través de estos insectos”, explica.

En estas tierras polares hay dos especies de moscas, la Belgica antarctica, que es la más descrita pues es endémica (sólo está acá) y no tiene alas; y Parochlus steinenii, que es menos estudiada, posee alas y vive desde Bariloche hasta las islas Shetland del Sur.

El trabajo de la investigadora de Omora se centrará en dos aspectos de Parochlus steinenii. Primero, describir su historia de vida “pues no se sabe nada” de este minúsculo animal (mide 5 milímetros); y segundo, estudiar su tolerancia térmica porque “nos interesa como especie indicadora ante posibles escenarios de cambio climático y sus efectos en ecosistemas de agua dulce subantárticos de Sudamérica y antárticos”.

Ella está convencida de que esta mosca puede ser una herramienta potente como indicadora de cambios ambientales. “Es impresionante el comportamiento de Parochlus steinenii en este lugar. Es diferente a los individuos de isla Navarino. Lo que hemos observado es que los adultos funcionan en grupos formando comunidades para protegerse y reproducirse. Se ven manchas negras en las piedras, al parecer, lo hacen para resguardarse del viento. Son cientos de estos insectos juntos. No vuelan mucho”, comenta.

Añade que las larvas y pupas (“es la etapa en la cual hacen la metamorfosis”) son acuáticas y viven debajo de las rocas. Las larvas habitan en el fango, y eclosionan miles a la vez. En tanto, las pupas flotan en dirección del viento hasta llegar a la orilla. “Hay estudios puntuales, no de largo plazo. No se sabe su ciclo de vida o de qué se alimenta; cuáles son sus temperaturas críticas; cuántas generaciones puede tener anualmente y falta precisar su distribución geográfica en la Antártica, en fin…se sabe muy poco. Esperamos formar un grupo multidisciplinarios para ver su cadena trófica”, puntualiza.

Así, espera contribuir al conocimiento de este díptero, haciendo una comparación latitudinal de sus hábitats. Quiere saber si ante posible cambios climáticos puede haber variaciones en su distribución latitudinal y altitudinal. Van a dejar data loggers en los lagos y ríos donde hay comunidades para saber a qué temperaturas están expuestos durante el año.

A partir de marzo, también estudiarán otros insectos de la isla Navarino, como las moscas de la cascada y de las rocas, y a la misma mosca antártica, para comparar la información.

Esta investigación es uno de los 66 proyectos de terreno que forman parte de la 50º Expedición Científica Antártica, organizada por el Instituto Antártico Chileno (INACH). En particular, este estudio (Addressing global warming scenarios in freshwater ecosystems using aquatic insects as model organisms in sub-Antarctic and Antarctic regions) cuenta con el financiamiento, por tres años, del Programa FONDECYT de Iniciación y el INACH.

Terreno 

Este es el primer terreno en el confín del mundo, de la bióloga especialista en río y lagos. En la primera etapa de la expedición del INACH, el equipo compuesto por la investigadora, el estudiante Simón Castillo (PUC) y el fotógrafo Gonzalo Arriagada, navegó 10 días en el buque Aquiles de la Armada de Chile, bajándose en seis sitios, con el objeto de ampliar el conocimiento sobre su distribución en las Shetland del Sur. “Cada jornada era muy larga. Seis horas de terreno, buscando puntos en las redes fluviales. Levantando rocas. No encontramos nada”, dice.

Luego, en febrero, centró su trabajo en la bahía Fildes, en Isla Rey Jorge, en los alrededores de la base “Profesor Julio Escudero” del instituto polar nacional, donde estaba descrita por la literatura. “Los adultos son muy fácil de encontrar”. Según cuenta, caracterizó el hábitat, el sustrato, midieron la temperatura, el oxígeno disuelto, el pH del agua, pues “la idea es saber cuáles son las preferencias de ambientes de la especie”.

Para el trabajo en el laboratorio, recolectaron pupas, larvas y adultos vivos con el objeto de efectuar experimentos de tolerancia térmica con cada organismo. Aclara que devuelven al agua vivos a los animales. “¿Cuál es su capacidad de adaptación? Nos estamos llevando sorpresas sobre su tolerancia térmica. En los primeros ensayos, las larvas y los adultos resistieron hasta 34ºC y se recuperan. El próximo año vamos a ver su nivel de tolerancia al frío”, describe Contador.

Educar

El proyecto tiene un componente importante de divulgación y valoración. Realizarán talleres para personas de todas las edades, con el fin de que tomen consciencia de la diversidad de los invertebrados y el rol ecológico que cumplen. De hecho, en el Parque Omora tienen un nuevo circuito dedicado a los habitantes de los ríos y lagos, denominado “Sumergidos con lupa”. El 2016, publicarán un libro fotográfico de los habitantes sumergidos de esta parte del mundo y sus hábitats.

“Los insectos me fascinan. Tienen un valor en sí mismos. Que existan acá, que sean capaces de sobrevivir y descubrir cómo lo hacen, es una pregunta que me es súper interesantes de responder. ¡Esto es querer explorar y aprender! Espero que luego de este trabajo, las personas vean la belleza de estos animales”, finaliza.