Educación en Chile: Del “semáforo” al “contrato de honor”

03 Junio 2011

Los métodos pedagógicos de un Ministro del despotismo ilustrado. Joaquín Lavín lo hace mucho mejor que Potemkim.

Marco Enríquez ... >
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La idea central del Siglo de las Luces es que la educación “hará felices y buenos a los hombres,  y debe ser para el pueblo, pero sin el pueblo”. En el caso del ministro de Educación “para la comunidad educativa”, pero sin la participación de directores, profesores, estudiantes, ni padres de familia no convencionales.

En el plano del despotismo educativo Joaquín Lavín lo hace mucho mejor que Potemkim.

La idea del Contrato Social se remonta al siglo XVIII y el ministro de Educación quiere hacer una copia, mediante el “contrato de honor”; en ambos casos la comunidad en general y educativa en particular  no opina ni participa, sólo el filósofo – o en este caso el Ministro está dotado para saber cuál es el bien para la comunidad: los primeros, sabios y, los segundos, ignorantes.

El ministro de Educación, al igual que Juan Egaña, escribió una Constitución moralista  está convencido que basta con enviar un “contrato de honor”, muy mal redactado y lleno e tautologías y buenas intenciones, para que la educación se convierta en algo de calidad, y no la monstruosidad discriminadora en la actualidad.

El documento carece de validez legal, por consiguiente no tiene imperio, ni es vinculante es sólo una manifestación de voluntad unipersonal de nuestro “ilustrado” ministro y que debe ser firmado por los apoderados y estudiantes, a manera de compromiso  solemne y obligatorio, como si todos los integrantes de la comunidad educativa fueran borregos, que sólo tienen derecho a decir “amén” a la regia voluntad del ministro de educación. Curiosamente no lo pueden firmar los profesores, ni el profesor jefe del curso de nuestros hijos.

El documento no contiene ningún elemento central que analice los problemas y conflictos de la educación actual, mucho menos propuestas para solucionarlos; no menciona, por consiguiente, el estado catastrófico de la educación pública, como tampoco  dice nada acerca de la no discriminación, ni de la laicicidad de la educación, para qué hablar de la inequidad y pésima calidad de la  enseñanza-aprendizaje en los Liceos municipales e, incluso, en la  educación particular.

Este famoso “contrato de honor” es similar al ingenuo y famoso “semáforo”, propuesta que el ministro de educación planteó a los  padres de familia, con ocasión de las malas notas del Simce, que al parecer sirvió sobre todo para profundizar la  brecha entre pobres y ricos, discriminando a los primeros con la “luz roja” como si las familias vulnerables pudieran elegir el colegio a colegios privados y pagados, donde se supone que la enseñanza-aprendizaje es de mejor calidad. Por ende tampoco este contrato de honor se hace cargo de la brecha cruel entre colegios públicos y privados, ni da cuenta del desafío de medir no de evaluar alumnos y profesores.

El famoso “contrato de honor” parte del supuesto, como el de los utopistas ilustrados, de que en Chile los padres y apoderados y alumnos tienen todos la misma capacidad económica, el mismo bagaje educacional, las mismas oportunidades, el mismo tiempo libre que les permita participar en la educación de sus hijos, que colegios privados impartieran la misma calidad de educación que un Liceo municipal de la Pintana.

Marco Enríquez-Ominami

Foto: En Flickr por  Tu Foto con el Presidente