[Opinión] ¿Qué tan grato es tener un apodo o sobrenombre?

11 Mayo 2014

No sé cómo se dará esto en otros países, pero en lo que se refiere a nuestro querido Chile, existe una verdadera manía de poner apodos o sobre nombres a cuanta persona podamos dentro de nuestro ámbito social, familiar o laboral, no obstante esto no solo es de ahora, ha sido desde siempre.

Omar Villanueva... >
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Aún recuerdo aquella  época de mi escuela primaria o escuelita básica, donde no faltaban los apodos de compañeros, algunos bastante ofensivos y referidos a  su aspecto físico, tales como: el guatón, el negro, el chino, el chupado, el flaco, el mecha de clavo, el gordo, el crespo, el pelado, el narigón, el care tuto, el cabeza de ajo, el care palta,  el care guata, etc.  

Mala costumbre que hoy en día sin duda esta extravagancia se ha ido ampliando  pudiéndose relacionar tambien el nombre de la persona con alguna afición o actividad en que un niño, joven o adultos resultan ser  hábil en lo que hace, por ejemplo:   “el bombardero de la reina”, (en el tenis)  el “niño maravilla” o  “el fantasista”, el recordado “Sapito” “el Murcy, “el chamaco” , el chupete” , “el Pitbull”, “el Bam Bam”, “el Mago”, “el Gato”, “el Condor”, etc. (en el futbol)  Inclusive se pueden apodar haciendo referencia a alguna prendas de vestir predilecta, como en el caso del “chaleco López”

De igual manera como una forma más natural o seudónimo puesto a veces por los propios padres, que desean acortar el nombre para llamar a sus hijos, se acostumbra a denominarles de manera abreviada sin entrar a ofender, con un apodo o sobre nombre de manera diminutiva y que por lo general  suele ser aceptado por la propia persona, tales como por  ejemplo llamar como:  PEPE a los que se llaman José,  VICHO a los Vicente, TITO como un diminutivo de Héctor o Alejandro, PANCHO a los Francisco, FEÑA a los Fernando, QUEÑA a las María Eugenia,  KEKA a las Angélicas o Érica, CHOFI a las Sofía, BETY  a las Beatriz, CARO  a las Carolina, CHOCHE  a los Jorge, ELI a las Eliana o Elisabeth, BENJA a los Benjamín, MAX a los Maximiliano, MATI a los Matías, SEBA a los Sebastián, NICO a los Nicolás,  NACHO a los Ignacio, RAFA a los Rafael, CHECHO a los Sergio, TOÑO  a los Antonio, Ñemo a los Guillermo, etc.

En relación con este hábito, cabe preguntarse entonces,  ¿Qué tanto nos parece bien o mal que nos pongan un sobre nombre y ser llamados así?. Esto me recuerda una anécdota que me sucedió una vez en cierto Liceo,  cuando una funcionaria me saluda y me dice: ¡hola Don Omar Sharif!. Seguramente tal persona pensó que yo iba a aceptar lo de Sharif, como aquel famoso actor egipcio de ascendencia libanesa,  pero lamentablemente me vi en la necesidad de llamarle atención y decirle caballerosamente, mire mi distinguida dama, mi apellido no es “Shariff”.   

Este hecho que suele ser tan recurrente,  puede comenzar como una broma, como una forma amena y aparentemente chistosa o  simpática de relacionarse con los demás, sin embargo no siempre ello es visto o aceptado en forma complaciente, por cuanto puede ser el inicio para que todas aquellas personas con las cuales nos relacionamos a diario, (en este caso alumnos,  funcionarios y hasta colegas) comiencen a llamarnos como quieran, lo que indudablemente se transforma en una inocente forma de irrespetuosidad, que puede terminar siendo una verdadera bola de nieve.

¿Y usted que opina mi estimado lector?