Desconfía de Facebook

Desconfía de Facebook

15 Febrero 2011
Siempre vale la pena recordarlo: Facebook es una empresa. Por Luis Ramírez
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Originalmente publicado en Luis Ramírez.cl
Sí, una empresa. Como tal, tiene un centro de control, es decir, una elite que la dirige y que determina lo que se hace. Más aún, tiene un cerebro y un corazón que operan en sincronía con el cerebro y corazón de su fundador: Mark Zuckerberg.
En sus siete años de vida, Facebook no sólo es la red social más grande del mundo sino que pronto podría transformarse en el mayor lanzamiento a la bolsa de la historia, con el apoyo de gigantes del mundo de las finanzas como Goldman Sachs.
El objetivo de Facebook es transformarse en sinónimo de Internet.
Según palabras de un alto ejecutivo de esa empresa, Zuckerberg quiere que todo el mundo utilice Facebook. Y eso no sería metafóricamente hablando. Aquí es donde radica el problema.
Facebook quiere ser sinónimo de Internet, pero Facebook no tiene porque ser como Internet. No necesita ser todo el tiempo una red abierta, democrática y distribuida donde se respetan las libertades. Por el contrario, todas las personas que crean una cuenta aceptan un contrato que pone límites a esas libertades. Eso puede dar pie a censuras, comercio de datos personales o afectar nuestra privacidad.
No quiero sugerir que Internet sea un paraíso de las libertades (como lo hemos visto en el caso de Wikileaks), pero al menos, la red de redes tiene una gobernanza mucho más compleja, donde hay espacios para aplicar distintas normas, soberanías y prácticas. En una empresa, las cosas no son iguales.
Los que hemos seguido hace años el fenómeno de Facebook sabemos que ciertas limitaciones y censuras han ocurrido por largo tiempo. El último caso conocido, uno muy cercano, fue el de una amiga psicóloga chilena llamada Leslie Power. Su foto (abajo) fue censurada en Facebook. ¿Lo relevante? Esto no es un acto aislado: lo de Leslie ocurrió igual como con muchas fotos de madres amamantando. ¿La razón? Políticas de la empresa.
La lección de este caso específico, sumado a la evidencia de casos anteriores, es que no se le debe confiar a una empresa el destino de Internet. Las personas, los grupos organizados, las iglesias, los activistas, los gobiernos y todos nosotros, deberíamos desconfiar de los intentos de Facebook por transformarse en la Internet de esta década. La concentración del poder nunca ha resultado ser una buena idea, salvo para los que lo tienen en sus manos.