Buenas conversaciones, buenos futuros
Locos y soñadores
Mientras en Medio Oriente y África hay gente muriendo por la libertad, en los países -supuestamente- democráticos parece ser un deporte la destrucción moral del adversario, como si no hubiera cosas más importantes y urgentes de las que preocuparse.
Anónimo >
anonymous userSeguramente la farándula, en forma inadvertida, salvó a nuestra clase
política de uno de los peores bochornos del verano, ya que entre
candidatas a reina y polémica por las rutinas homofóbicas de los
humoristas no se notó el verdadero descenso en el buen gusto provocado
por la respuesta del ex-ministro Francisco Vidal a las críticas del
Gobierno por el desempeño del régimen anterior frente al terremoto,
cuando envió al Gobierno completo al psiquiátrico y obteniendo como
réplica que el diputado UDI le recetara el mismo tratamiento al conjunto
de la Concertación.
No es posible que los políticos se quejen del desapego de la
ciudadanía respecto de una actividad que debería ser noble y
prestigiosa, después de espectáculos como éste, así como para la gente
se le hace casi imposible entender el sentido que puede haber tras
comentarios como los indicados.
Mientras en Medio Oriente y África hay gente muriendo por la
libertad, en los países -supuestamente- democráticos parece ser un
deporte la destrucción moral del adversario, como si no hubiera cosas
más importantes y urgentes de las que preocuparse. En estos últimos
días, por ejemplo, hemos visto que se detiene a personas que manifiestan
de forma pacífica su opinión o que se informa de un alza inminente de
los alimentos en base a un estudio de Odepa, siguiendo una
interpretación que el mismo organismo considera antojadiza.
En este cuadro es cuando más se necesitan los soñadores, los que
sean capaces de distinguir entre lo fundamental y lo secundario, los que
no se enredan en si alguien fue, o no, invitado a conmemorar una
tragedia que nos afectó a todos, ni que traten de engañar con fotos
antiguas respecto a una reconstrucción que no ha sido todo lo exitosa
que se pretende.
En estos tiempos, la gente está más alerta que nunca para detectar y
denunciar a los mentirosos y quienes persisten en suponer que se puede
engañar a las personas que sí requieren atención psiquiátrica, pero no
por pensar distinto sino por la enajenación que implica no reconocer la
realidad.
Es sabido que los políticos padecen de cierta egolatría y que la
mantención del poder produce un distanciamiento del mundo real. Son casi
condiciones esenciales para ejercer la actividad, pero que en la
actualidad necesariamente tienen que caer en desuso por la mayor
capacidad fiscalizadora del propio pueblo.
¿Alguien, entre todos nuestros políticos, será capaz de dejar de
lado esa alienación, la vulgaridad y la fragilidad mental y moral, para
darse cuenta de que los tiempos han cambiado? ¿Alguien entenderá que, en
estos tiempos, los soñadores son los realistas y los locos los que han
perdido sentido de la realidad y, por último, que es desde la propia
realidad que las personas juzgan a las autoridades?