Locos y soñadores

07 Marzo 2011

Mientras en Medio Oriente y África hay gente muriendo por la libertad, en los países -supuestamente- democráticos parece ser un deporte la destrucción moral del adversario, como si no hubiera cosas más importantes y urgentes de las que preocuparse.

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Seguramente la farándula, en forma inadvertida, salvó a nuestra clase política de uno de los peores bochornos del verano, ya que entre candidatas a reina y polémica por las rutinas homofóbicas de los humoristas no se notó el verdadero descenso en el buen gusto provocado por la respuesta del ex-ministro Francisco Vidal a las críticas del Gobierno por el desempeño del régimen anterior frente al terremoto, cuando envió al Gobierno completo al psiquiátrico y obteniendo como réplica que el diputado UDI le recetara el mismo tratamiento al conjunto de la Concertación.

No es posible que los políticos se quejen del desapego de la ciudadanía respecto de una actividad que debería ser noble y prestigiosa, después de espectáculos como éste, así como para la gente se le hace casi imposible entender el sentido que puede haber tras comentarios como los indicados.

Mientras en Medio Oriente y África hay gente muriendo por la libertad, en los países -supuestamente- democráticos parece ser un deporte la destrucción moral del adversario, como si no hubiera cosas más importantes y urgentes de las que preocuparse. En estos últimos días, por ejemplo, hemos visto que se detiene a personas que manifiestan de forma pacífica su opinión o que se informa de un alza inminente de los alimentos en base a un estudio de Odepa, siguiendo una interpretación que el mismo organismo considera antojadiza.

En este cuadro es cuando más se necesitan los soñadores, los que sean capaces de distinguir entre lo fundamental y lo secundario, los que no se enredan en si alguien fue, o no, invitado a conmemorar una tragedia que nos afectó a todos, ni que traten de engañar con fotos antiguas respecto a una reconstrucción que no ha sido todo lo exitosa que se pretende.

En estos tiempos, la gente está más alerta que nunca para detectar y denunciar a los mentirosos y quienes persisten en suponer que se puede engañar a las personas que sí requieren atención psiquiátrica, pero no por pensar distinto sino por la enajenación que implica no reconocer la realidad.

Es sabido que los políticos padecen de cierta egolatría y que la mantención del poder produce un distanciamiento del mundo real. Son casi condiciones esenciales para ejercer la actividad, pero que en la actualidad necesariamente tienen que caer en desuso por la mayor capacidad fiscalizadora del propio pueblo.

¿Alguien, entre todos nuestros políticos, será capaz de dejar de lado esa alienación, la vulgaridad y la fragilidad mental y moral, para darse cuenta de que los tiempos han cambiado? ¿Alguien entenderá que, en estos tiempos, los soñadores son los realistas y los locos los que han perdido sentido de la realidad y, por último, que es desde la propia realidad que las personas juzgan a las autoridades?