El costo de aprender: Cimiento de nuestra evolución

El costo de aprender: Cimiento de nuestra evolución

20 Noviembre 2020

“Yo soy el costo de aprender”, dirán los hijos mayores en la crianza, las primeras relaciones de parejas, los codos de los skaters, el primer intento de pan de una receta, la loza mal lavada de un adolescente, la bebida que se derramó en la mesa al servir de un niño...

Matías Chávez >
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Muchas veces me he enfrentado a los difíciles costos de aprender, parece que éstos parten de declararse aprendiz y pedirle al mundo paciencia o a lo menos una oportunidad para equivocarse.

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Es tan variada la gama de costos de aprender, que vale la pena mirarlos y pensar en ellos, pues, la mayoría es vital que sucedan porque asumirlos como aprendiz y criador, nos llevarán a una experiencia enriquecedora.

Aprender en muchas situaciones, es sacrificar algo, por obtener un estado de bienestar superior. “Yo soy el costo de aprender”, dirán los hijos mayores en la crianza, las primeras relaciones de parejas, los codos de los skaters, el primer intento de pan de una receta, la loza mal lavada de un adolescente, la bebida que se derramó en la mesa al servir de un niño, los tobillos de un futbolista, el parachoques de un chofer principiante, la caída de un bebé al caminar o el piso lleno de comida de un bebé intentando comer sólo y cuántos más…

Los costos de aprender son meramente un medio para un fin, pero vivimos en un mundo en que no podemos equivocarnos, entonces quedan inhibidos tantos deseos de aprender, como también miedos a pagar los costos de aprender existen. Aprenderá el que se atreve, al que no se lo prohibieron, suena como un acto revolucionario.

Un buen mantra para toda la vida, podría ser: Tienes todas las posibilidades de equivocarte, el aprendizaje tiene sus costos y hay que pagarlos para evolucionar. Sintiendo tal libertad de errar, cualquier persona, de cualquier edad, se siente más curioso, con ganas de indagar, de explorar en sus intereses, de probar, pero lo más importante, es que las personas haríamos más cosas que nos gusten, más gente trabajaría en sus sueños y muchos más podrán decir, no sé, no entendí, o no me interesa.

La posibilidad de errar la necesitamos durante toda nuestra vida, pero hay un momento que es imprescindible: la infancia. Cuando somos niños, tenemos millones de posibilidades de vivir experiencias que se transforman en aprendizaje, pero dependerá del adulto que tengamos cuidándonos de vivirlas y por sobre todo, cuánto esté dispuesto a pagar los costos de aprender de ese niño. Es absolutamente necesario para todos los niños del mundo, derramar la leche, tropezar, quemar un pan en el horno, preguntar muchas veces, ser lento y a la vez no sentirse mal por cada una de esas situaciones, ya que después de ellas, está el beneficio.

Muchas veces el adulto hace, con mucha inconciencia, labores que los niños pueden hacer solos, algo tan cotidiano como poner la mesa, el adulto prefiere hacerlo él, porque así “no pasa nada malo”, no se quiebran los platos, no hay accidentes y lo mejor, yo lo hago más rápido. Aquí aparece un factor fundamental, la lentitud de aprender. Y claro, todo es más rápido, es más seguro y la vida fluye logísticamente a costas de la sensación de inseguridad y de menosprecio de los niños que se sienten incapaces de lo que realmente pueden hacer.

Hace un tiempo miraba cómo un grupo de amigos que practicaban trucos en patinetas en la calle, se apoyaban en esto, en los costos de aprendizaje. Por lo que vi, aprender un truco es intentarlo una gran cantidad de veces, con caídas incluidas, de las que nadie se ríe, solo se miran para saber si están bien, se dan ánimo y a volver a intentarlo. Cuando alguno logra su propósito, se escuchaban gritos de aliento y felicitaciones. Lo que estaba mirando es una auténtica comunidad de aprendizaje, en donde el exitismo como bien social no existe, tampoco competitividad, donde el más rápido no es el mejor, donde un día sin éxito con mis trucos no está perdido, pues es un día de intentos, de sentir y dar colaboración.

En las salas de clases pasa un fenómeno que es bastante preocupante, hay muchos alumnos que no se atreven a preguntar algo que no entendieron, porque les da vergüenza, porque no se atreven, porque cargan con la mala experiencia de que nadie asume los costos de que aprendan.

¿Y tú, tienes algún interés personal inhibido por los costos de aprender?

¿Has reprendido más de la cuenta algún costo de aprendizaje de tus hijos?

¿Has sido parte de una comunidad de aprendizaje?

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