La colaboración: Aves solidarias, aves del otoño

La colaboración: Aves solidarias, aves del otoño

15 Abril 2021
Si profundizamos dentro de este ejemplo los humanos atentamos contra nuestra propia especie, no nos cuidamos, vemos nuestros pares desvalidos, pidiendo ayuda y por nuestra egoísta y propia seguridad nos quedamos inmóviles y nada hacemos.
Alfredo Soto >
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Estos días y hurgueteando los caminos por algún lugar remoto de esta región y en pleno rodaje del Otoño Austral, me sorprendió que en campos donde abundan pastos largos, frescos y amarillos -color por lo demas muy característico en las grandes extensiones patagónicas- me encontré con la agradable sorpresa de ver más de 400 individuos de Cachañas, siendo estos los Loros más australes del mundo, el ruido ensordecedor, de chillidos y cantos muy particulares, era frenéticamente repartido por toda la localidad, cuyo ambiente más lejano estaba rodeado de bosque multicolores y algunos matices muy semejantes a los colores de este “Loro Magallánico”.

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Me quedé atónito observando cómo se suspendían a la altura de los pastos, reuniendo quizás granos y semillas de estos mismos, y en situación de vuelo el grupo mayor se movía sincronizadamente de un lado para otro, descendiendo y ascendiendo, casi simulando a los reyes del movimiento coordinado de grandes grupos de los cardúmenes de peces. Por otro lado, otro grupo grande cubría una gran extensión apoyados en sus patas sobre el alambrado de la estancia que dividía sus territorios.

Alguna vez y cuando niño, recuerdo con mi abuelo paterno, caminando por los bosques cercanos a la Silla del Diablo, en las cercanías de la Cueva del Milodón en Puerto Natales, que él se colocó un guante grueso en su mano derecha, y metió la mano en un orificio en la mitad de un árbol añoso, de allí sacó un ejemplar de estos Loros y me enseñó la calidad con que reaccionan estos parlanchines verdes, que osadamente demuestran vertiginosa y ordenada solidaridad en vuelo, al escuchar el grito de auxilio de la Cachaña por sentirse atrapada, inmediatamente por el bosque se transmite en las copas de antiguas lengas lo que hace llegar una infinidad de su misma especie en un vuelo osado y veloz por tratar de zafar a su compañero de la mano de mi abuelo.

Recuerdo estar muy angustiado y asustado, una por la actitud de mi abuelo que no titubeó en agarrar la Cachaña desde su guarida, para luego estirar su brazo y permitir que este mismo emitiera desgarradores gritos de auxilio y llamara la atención de todo el bosque, como así también el sentirme tan frágil ante una parvada que emitian gritos desgarradores, y que se venían encima de mi cabeza. Luego de varias “oleadas” de los loros tratando de salvar a su compañero, mi abuelo lo suelta y el prisionero emprende un ágil vuelo para así reunirse todos y luego dan un par de vueltas más alto y más seguros de que no vuelva a ocurrir, nunca dejaron de gritar y emitir sus estruendosos ruidos, parlanchines por naturaleza.

Ahora y sabiendo del “atentado” e “invasión” del nido en donde mi abuelo aprisionó a uno de ellos, de seguro me abocaría a recriminar y llamarle la atención a mi abuelo ante su conducta para con los loros, pero al mismo tiempo su agilidad y decisión de tomarlo y mostrármelo, quedó plasmado en mi retina como enseñanza de la solidaridad y me quedó más que claro como en bandadas y así también otras especies del reino animal, aparecen o existen conductas apropiadas y reconocidas que tienen que ver con este valor de la proteccion de la especie, de la valentía por la preservación, del ataque si es necesario para defender a uno de los suyos, solidaridad confirmada por ayudar a uno de sus pares, acción que se ha empañado paulatinamente en los tiempos actuales en la especie humana, en el convivir, en el pensar en mi propio cuidado y por los demas, aunque no del todo.

Si profundizamos dentro de este ejemplo los humanos atentamos contra nuestra propia especie, no nos cuidamos, vemos nuestros pares desvalidos, pidiendo ayuda y por nuestra egoísta y propia seguridad nos quedamos inmóviles y nada hacemos. Estos verdes y hermosos loros, las Cachañas cuando no están empollando, viven en bandadas de 50 a 300 aves, son bulliciosas y cada bandada tiene un líder; y un centinela o vigía que avisa la venida de extraños cuando se alimentan. En las tardes se juntan en sitios de descanso, se observan migraciones estacionales con bandadas a diferentes altitudes así como en áreas diferentes.

Pero al intercambiar esta experiencia con un grupo, el que nunca había visto tantos y juntos, me manifestaron y sobre todo gente de campo, muchos basados en la creencia popular, que se viene un invierno muy duro en cuanto a bajas temperaturas y frentes de mal tiempo. Tomo nota de estas apreciaciones que no son más que infinitas contemplaciones de los signos y señales que la naturaleza nos envía y que viviendo en ciudades somos ajenos a recibirlas, sobre todo porque perdemos por una parte, las sensibilidades esenciales que nos puedan entregar de manera básica nuestros propios sentidos y por otra, saber hacer lecturas de todas estas manifestaciones.

En cambio aquellos seres, entre ellos, quienes a veces por mi condicion de educador, mis dirigidos que están en constante contacto con la naturaleza, obviamente son más sensibles a los acontecimientos que se producen y son capaces de emitir pronósticos. Estoy seguro que esa gran bandada, reunía alimentos, y se preparaba para lo que viene en los días venideros y que harán de este Otoño quizás más frio, colorido y lleno de manifestaciones propias que si supiéramos leerlas como corresponden y darle crédito a las mismas, podríamos fácilmente tener acciones preventivas mucho más efectivas y adecuadas.

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