Disección a la puesta en marcha de la Convención

07 Julio 2021
La instalación de la Convención Constitucional y la primera sesión fallida, hizo explícitas las diferencias, dimes y diretes, conflictos artificiales de poco valor cívico y político.
Roberto Bravo >
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Convención Constitucional, Nueva Constitución. Foto: Unsplash

Que se cuestione la dieta de $2,6 millones al mes de los convencionales, me parece de mal gusto, no por el monto, si no por el desprecio a la función. Tenemos claro que la función de constituyente es más relevante que la de un parlamentario y/o alto funcionario; trascendencia vs. coyuntura. Los convencionales tendrán la responsabilidad de participar del proceso de elaboración, diálogo, análisis y redacción del texto constitucional que será plebiscitado. No es una renta a perpetuidad con cargo al Estado, como son las dietas de los expresidentes; cuántos recursos públicos se malgastan y cuánto delito se fragua con recursos del Estado, acometidos por funcionarios, por ejemplo, del Ejército, Carabineros, Municipios, donde lo único que campea es la impunidad.

Saludable sorpresa causó que no estuvieran en las candidaturas a Presidente(a) y Vicepresidente(a) de la convención, nombres conocidos y apoyados por partidos políticos, salvo en la derecha. Surgieron candidatos(as) de las mayorías expresadas en la estructura de la convención, lo que es muy bueno, ya que al contar los 155 convencionales con similar legitimidad, su representación avala cualquier desempeño, administrativo o funcional que el proceso requiera; situación muy distinta a la acometida en los ochenta por 2 abogados a las órdenes de un general.

Cómo no idearon en la derecha, si decidieron votar en bloque por su posición de minoría, una señal política distinta y candidatear para los cargos votados a quienes pudiesen exhibir atributos distintos a los de Jürgensen, del que obviando su edad, quienes lo conocen y han observado su desempeño público, no da cuenta, necesariamente, de un ser dialogante y dado a la persuasión. Diálogo y apertura es lo que se necesita, independiente de la posición de minoría; aquí no aportaba un saludo a la bandera.

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Desde el plebiscito a la fecha, han transcurrido 9 meses, tiempo más que razonable para que desde el Ministerio Secretaría General de la Presidencia, dispongan recursos y gestión para preparar la instalación de la convención. Se deduce poco interés, el que excede al funcionario de la Segpres encargado de aquello; de lo contrario, ya habría sido removido del cargo. A nadie se le ocurrió pensar que los $7,6 millones al mes del funcionario responsable de pagar los servicios y proveer los insumos para un buen funcionamiento, sería un exceso y una burla; será que la lógica del rechazo, aún sigue determinando las decisiones de gobierno.

Así como cambió la percepción de Elisa Loncón, por su cosmopolita y acreditado currículum, podría haber cambiado la de Harry Jürgensen y su sector, si hubiesen dado una señal política de entender cuál es el contexto de la convención y la correlación ciudadana representada en ella. La actitud, al permanecer sentados, masticando la derrota, habría sido distinta si se ponían de pie y aplaudían el acto democrático que implicó elegir a la presidenta, que el candidato derrotado fuese a saludar; el lenguaje corporal dijo más que las palabras.

En la convención, Elisa, Teresa, Marcela, Harry, Agustín, Daniel, por cierto el Almirante y los demás constituyentes, tienen la misma responsabilidad y a su haber similar legitimidad. Que el próximo texto constitucional a plebiscitar sea el que requerimos para las próximas décadas, dependerá del talento, capacidad, humildad y entendimiento de las 155 personas que allí nos representan y de cuánto estén dispuestos a compartir el proceso con los ciudadanos de a pie, que los observamos y estamos expectantes.

Exhibidos los atuendos y resueltos los problemas de funcionamiento, llegó la hora de trabajar, de disponerse para concebir una constitución, legítima y por todos considerada. De la diversidad, a la cual debemos acostumbrarnos y valorar, no se puede esperar menos.