Mafalda y yo: No paren el mundo que no nos queremos bajar

Mafalda y yo: No paren el mundo que no nos queremos bajar

21 Octubre 2020

Mafalda se convirtió en el símbolo de la oposición para muchas de las dictaduras latinoamericanas, para mí, encarnó el poder crítico de una época dura, para luego tornarse vehículo de nostalgia y legado de resistencia.

Michelle Partarrieu >
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“Señores, no es cuestión de romper estructuras sino saber qué hacer con los pedazos”

La reciente partida de Joaquín Salvador Lavado, a los 88 años en su natal Mendoza, seguramente no le dirá mucho, es que el creador de Mafalda, la niña argentina emblema del antiautoritarismo, era mundialmente conocido como Quino. Ese día mi madre me recordó que a los 4 años yo era quizás la única niña que no dormía hasta esperar la aparición de Mafalda y, una vez censurada por la dictadura de 1973, insistía en cuestionarme, pidiendo explicaciones una y otra vez, sin entender por qué había salido de circulación.

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A partir de entonces, Mafalda se convirtió en el símbolo de la oposición para muchas de las dictaduras latinoamericanas, para mí, encarnó el poder crítico de una época dura, para luego tornarse vehículo de nostalgia y legado de resistencia, despertando mi interés por los asuntos políticos, la crítica aguda y el inconformismo ante la desigualdad. Fue tal el impacto de Mafalda y sus amigos en las generaciones que crecimos con ella, que a pesar de tener más años fuera de prensa que publicada, su imagen permanece viva invitándonos a cuestionarnos el mundo en el que vivimos.

Volver la mirada a Mafalda es una buena oportunidad para analizar la actitud de su personaje frente a los cambios políticos que nos enfrentamos. Si Mafalda discutía con la realidad que la generó e intervino en ella, hoy las mujeres intervenimos los espacios de participación; de forma contestaría frente al terrorismo de Estado, en la permanente interrogación a la vida cotidiana, desde el tratamiento de la inestabilidad económica, las desigualdades de género y sin dejar de cuestionarnos la realidad social.

Las mujeres que perdimos el miedo para conseguir derechos políticos, hoy queremos tener una representación justa en el próximo órgano que defina la Nueva Constitución. Somos el 50% de la población y lo que corresponde es que participemos en la misma proporción en la actividad política.

Mafalda no solamente traspasó entre 1964 y 1974 las viñetas y los globos de diálogo, sino también las distancias geográficas y temporales para convertirse en un símbolo de la reflexión social. Y aunque los platos de sopa que no nos gustan hoy se vuelven a servir sobre los manteles de color verde militar, siempre cabe la posibilidad de, como nos enseñó Mafalda, perderle el miedo a favor de la libertad.

Como ella en su tiempo, estamos viviendo un momento histórico y hoy tenemos la oportunidad de construir una sociedad más igualitaria. La posibilidad de redactar una Nueva Constitución en democracia es inédita en la historia de nuestro país, y por primera vez, todos y todas podremos ser parte de este nuevo Chile. Murió Quino, pero Mafalda será inmortal. No paren el mundo, que las mujeres no nos queremos bajar.

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