Sobre datos e información: Falacias de la pandemia

Sobre datos e información: Falacias de la pandemia

30 Diciembre 2020

El caso de Suecia, que respetando el derecho de libertad de movimiento no aplicó cuarentenas y el número de muertos totales no varió respecto a años anteriores. En Chile, en cambio, soportamos las largas cuarentenas que nos han impuesto y sin embargo, tenemos más muertos.

Robert Weissohn >
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El Mercurio informaba en primera pagina de su edición del domingo pasado, que “El coronavirus triplica a la segunda enfermedad con mas decesos en Chile en 2020”. 

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Pero según el departamento de estadísticas e Información de Salud del MINSAL (DEIS), las principales causas de muertes desde enero hasta el 16 de diciembre son las de siempre: tumores malignos, enfermedades cardiacas, hipertensión, etc… El “coronavirus confirmado” se ubica recién en el décimo primer lugar, representando un 13,4% del total de muertes.

No toda la información entregada por la prensa es falsa como la que comentamos, pero casi siempre se entrega de forma parcial y con un tono muy alarmista, como si se tratara de la peste negra que durante la edad media mató a más de la mitad de la población de Europa.

La gente está asustada. El Gobierno y los medios de comunicación han logrado crear la impresión que nos encontramos frente a una situación casi apocalíptica, obteniendo así la sumisión de la población que les ha permitido aplicar el poder del Estado para restringir nuestros movimientos, impidiendo muchas actividades productivas que son las que nos permiten vivir y de paso ahogar la revolución en curso.

En comparación tenemos el caso de Suecia, que respetando el derecho de libertad de movimiento no aplicó cuarentenas y el número de muertos totales no varió respecto a años anteriores. En Chile, en cambio, soportamos las largas cuarentenas que nos han impuesto y sin embargo, tenemos más muertos.

Según las cifras oficiales del DEIS, hasta el 16 de diciembre se han registrado 120.495 fallecidos en el país, esto es un 10,2% más que el año anterior. Descontado el crecimiento natural de este macabro índice, podríamos estimar en aproximadamente un 8% de “exceso de muertes”.

Más allá de las distintas políticas, protegernos del coronavirus es una tarea principalmente personal y no del Estado. No somos niños, sino adultos que podemos tomar nuestras decisiones, asumiendo los riesgos y las consecuencias.  Muchos contagiados no presentan síntomas y la mayoría lo sufre como una gripe más. Solo muy pocos tendrán complicaciones, pero el mundo no puede detenerse por ellos. Cada uno sabe mejor que el Estado cual es el riesgo personal que corre, dependiendo al grupo que pertenezca. La vulnerabilidad es más de mil veces mayor en los ancianos y/o enfermos que en los jóvenes y sanos, pero todos podemos tomar medidas preventivas muy sencillas y efectivas, como el uso de mascarillas, lavado de manos y distanciamiento social. Estas hacen casi invulnerables a los jóvenes que forman la mayor parte de la fuerza laboral, sin que sea necesario restringir o impedir actividades productivas de industrias completas.

Como señalamos en una columna pasada, los principales epidemiólogos del mundo emitieron la declaración de Great Barrington, donde recomiendan abandonar las cuarentenas y volver cuanto antes a la normalidad. Debemos aceptar naturalmente los contagios para alcanzar la inmunidad de manada y focalizar las acciones de salud pública en proteger a los viejos y a los que padecen de alguna enfermedad.

Las restricciones ya han causado demasiado daño. Miles de empresas quebrarán y millones quedarán sin trabajo. Llegó la hora de abandonar el miedo y aceptar nuestra realidad sin dejarse influenciar por informaciones sesgadas, exageradas y hasta abiertamente falsas como se ha podido comprobar en algunos medios.

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