[Opinión] Juan XXIII y Juan Pablo II: Dos papas antagonistas que llegaron a los altares

29 Abril 2014

El espíritu reformador de Juan XXIII, chocó bajo la doctrina conservadora de Juan Pablo II. La canonización de ambos papas es un gesto entre los poderes conviven o luchan dentro del vaticano.

Gerardo Espíndola R. >
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La canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II este domingo en el Vaticano deja ver como la llegada a los altares sigue siendo una cuestión de política. Muchos de los santos fueron en la Edad Media grandes reyes o generales cruzados que, al observarlos hoy  bajo la misma enseñanza cristiana inicial, se alejan bastante de un camino de santidad. Sin embargo, sus nombres entregaban un poder clave a la Iglesia para su consolidación como un poder más en los estados.

La canonización de Juan Pablo IIresponde a una urgencia de la iglesia de aprovechar su mediática figura, pero sobre todo, de poner en valor su legado, como un camino a seguir. Tal como fue el proceso que llevó por un atajo a los altares a José María Escrivá de Balaguer, en un acto de validación y apoyo explícito por parte del papa polaco a la doctrina del Opus Dei.

Si bien, el papa Francisco ha tomado un camino público distinto a sus dos antecesores, esta ceremonia refirma la gestión Karol Wojtyla y deja en duda si es que vendrán los cambios profundos en la iglesia. Por otro lado, se puede interpretar que sería un gesto que evidencia que aún, desde las sombras, Benedicto XVI sigue influyendo en el gobierno del Vaticano.

La canonización de Juan Pablo II es la más rápida en la historia de la Iglesia, y como tal, está cargada de polémica, en especial dentro de las varias comunidades católicas. Y es que a medida que pasa el tiempo, el pontificado de Juan Pablo II va abriendo más en duda sobre su actuar correcto. Quizás las denuncias de abuso sexual infantil que la Iglesia Católica encubrió cuando él estaba a la cabeza, son hoy las más visibles grietas de una gestión que merece como mínimo una mayor investigación. Testimonios que se repiten y que llevaron hasta a la ONU a pronunciarse al respecto.

La pederastia por un lado, el silencio ante las dictaduras por otro, es también otro de los componentes críticos a la hora de evaluar su pontificado. Su visita a nuestro país en plena dictadura de Pinochet, es un ejemplo de  su silencio absoluto ante las denuncias de violaciones a los derechos humanos que se conocían en el mundo. Actuar que hace preguntarse en dónde estaba puesto su compromiso, como grafica bien el llamado que hizo a los jóvenes en el Estadio Nacional:

¿Verdad que queréis rechazar el ídolo del sexo, del placer, que frena vuestros anhelos de seguimiento de Cristo por el camino de la cruz que lleva a la vida? El ídolo que puede destruir el amor.

Un compromiso en poner el sexo como el centro de la moral y obviar problemas graves como los que vivía Chile quedó de su visita al país. Silencio doloroso, más aún cuando fueron los propios compatriotas, quienes arriesgando su vida hicieron saber públicamente al papa lo mal que se estaba pasando en el país.

Equilibrio precario

Conscientes de que tanto ruido podía dejar la celebración con aroma de dudas y no con olor a santidad, es que sumaron a la canonización al papa italiano Juan XXIII, todo lo opuesto a la doctrina de Juan Pablo II, en especial en el entender la misión de la Iglesia Católica.

Son las comunidades de base surgidas de la teología de la liberación las que más recienten la figura del polaco y celebran al papa italiano en los altares.

Juan XXIII fue un reformista, con una clara misión pastoral de acercar la iglesia a las comunidades. No tuvo problemas en sentarse a conversar con mandatarios comunistas y en encabezar una gran reforma estructural como fue el Concilio Vaticano II.

Conocido como el papa bueno, tuvo su gestión un especial impacto en América Latina, donde un ejemplo de su legado se transformó años más tarde en vicarías como la de la Solidaridad en Chile,que combatió con fuerza las injusticias sufridas por miles de chilenos y chilenas bajo el mando de Pinochet.

El espíritu de la iglesia impulsado por Juan XXIII, fue firmemente combatido por la doctrina conservadora de Juan Pablo II. Según denuncia el Observatorio Eclesiástico de México “combatió la libertad de pensamiento y enseñanza en la Iglesia, silenciando o excomulgando a más de 500 teólogos/as en todo el mundo durante su pontificado”.

La distancia entre ambas figuras es fuerte, como lo son sus seguidores. Bien lo grafica un sacerdote jesuita chileno y que vive junto a comunidades mapuches, quien ironizó en su cuenta en Twitter que lo que escribió con la mano Juan XXIII; Juan Pablo II lo borró con el codo.

 

La llegada a los altares de Juan XXIII, responde a una gestión del papa Francisco, quien  no esperó un nuevo milagro y dio su firma para canonizarlo. Un gesto técnico hacia los sectores más dolidos de la iglesia en los últimos 30 años y una señal que fortalece su discurso de papa cercano y renovador.

Son estas dos canonizaciones, quizás una muestra de las pugnas internas dentro de la iglesia entre el progresismo de uno y el conservadurismo del otro. O puede ser también, una muestra de un equilibrio dentro del Vaticano y el cierre de sospechas ante cualquier rumor de sisma entre el legado Opus Dei dejado por Wojtyla y la mirada Jesuita de Bergolio.