Pensar y vivir positivamente es la clave para una buena salud

Pensar y vivir positivamente es la clave para una buena salud

20 Julio 2012

Una vez que hayamos reconocido las causas negativas que han conducido a la enfermedad y que hayamos visto nuestro comportamiento erróneo, se trata de borrarlo, es decir, transformarlo.

Juan Lama Ortega >
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De la misma manera que una forma negativa de pensar y vivir influye sobre el cuerpo y lo enferma, así también una forma de pensar y vivir positiva puede aliviar, curar y proporcionar salud; pues si pensamos positiva, desinteresadamente, es decir de forma divina, nos comunicamos con las fuerzas divinas y como consecuencia de ello las energías divinas pueden fluir incrementadamente al alma y finalmente también al cuerpo. Pensar y vivir positivamente es la clave para la salud interna y externa.

Para conseguir una curación verdadera, profunda y permanente, es preciso eliminar las causas de la enfermedad, las causas internas que llevaron a que el cuerpo enfermara. Toda sanación viene desde el interior, esto ya lo sabía Paracelso. La condición para ello es que el enfermo desee reconocer y dejar el comportamiento erróneo causante de su enfermedad.

Cada enfermedad y cada malestar corporal nos quieren decir algo. Las molestias y los síntomas son indicaciones para encontrar la raíz, que es el complejo de energía negativa que impide que fluyan las fuerzas espirituales en el organismo. Por eso una enfermedad del cuerpo puede ser una ayuda valiosa para buscar la raíz de lo que se opone a la armonía en nosotros y limita la eficacia de las fuerzas etéreas. El auto-reconocimiento es entonces el primar paso para la mejoría. Esto es válido en el sentido ético y repercute también en el transcurso posterior de la salud.

Una vez que hayamos reconocido las causas negativas que han conducido a la enfermedad y que hayamos visto nuestro comportamiento erróneo, se trata de borrarlo, es decir, transformarlo. Si lo queremos sinceramente porque nos duelen nuestros actos –y no en primer lugar porque queremos curarnos-, entonces sentiremos una sensación de arrepentimiento en nosotros y nos propondremos cambiar el comportamiento negativo y no volver a repetirlo.

Dios quiere que estemos sanos, fuertes, dinámicos y libres, El es la fuerza sanadora, el espíritu liberador en nosotros que nos quiere regalar alivio y curación. Los sanadores naturistas, como Paracelso o Hidelgarda de Bingen, sabían –igual que la humanidad de hoy a través de las manifestaciones actuales de Dios en Vida Universal- acerca del denominado Médico y Sanador Interno. Es el Espíritu de Cristo en nosotros, la luz redentora que vive en cada uno. Podemos entregar todo lo que hemos reconocido de negativo a esta luz liberadora y sanadora en nosotros y además pedir a Cristo por su transformación. También podemos llevarle nuestros dolores y molestias físicas y ofrecerle llenos de confianza el deseo íntimo de alivio y sanación.

El, el Médico y Sanador Interno, quiere volverse activo en nosotros. Sin embargo, debemos dejarle actuar. Esto significa reconocer primero nuestro comportamiento erróneo y orientarnos a continuación a El mediante una forma de pensar y vivir positivas. Entonces la fuerza de Cristo puede refortalecerse en nosotros de manera incrementada, aliviando y sanando. Deberíamos no obstante ser siempre conscientes de que la “sanación interna” precede a la sanación externa, es decir a la eliminación de la causa anímica. Por eso, el mero tratamiento de los síntomas no puede traer nunca como consecuencia una curación verdadera y permanente. Dios mira primero por la sanación del alma. Por eso hay que eliminar primero las cargas correspondientes y transformar las causas y complejos de energía negativa en fuerzas positivas. Sólo entonces puede producirse una verdadera curación del cuerpo.

Cada ser humano viene a esta Tierra con un determinado programa anímico o de vida. Cuando este programa ha transcurrido, puede ser que la muerte física se presente a continuación, lo que indica que es posible que el karma de una persona haya sido eliminado  y precisamente por eso, el cuerpo muere. Por eso Dios considera primero la salud del alma, o sea la sanación interna. Cuanto más se libere el alma de las cargas que la persona ha ido causando con su forma negativa de pensar y vivir, tanto más intensivamente pueden las fuerzas del espíritu alimentar el cuerpo físico con energía espiritual y así poder sanar el cuerpo poco a poco, pues entonces las células y los órganos son vivificados de nuevo con la fuerza espiritual de Dios, con la luz divina alimentadora y mantenedora.

De la publicación: “Sanación mediante la fuerza de los pensamientos positivos”

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